domingo, 7 de diciembre de 2008

EVALUACIÓN DEL APRENDIZAJE DE LOS ALUMNOS DE LA EDUCACIÓN BÁSICA

INTRODUCCIÓN

El tema de la evaluación en las escuelas, se ha convertido en un aspecto de discusiones, reflexiones y debates pedagógicos, directivos e incluso a llegado a levantar curiosidad entre los padres de familia inmersos en el Sistema Educativo.

¿El motivo?... sencillamente encontramos, las relaciones entre evaluación y toma de decisiones asociadas a ella.

Para hablar de evaluación tenemos que decir que el término aparece por vez primera con la Ley General de Educación de 1970. Desde entonces dicha palabra se vuelve compleja, provocando confusión, ya que ahora ya no se sabe si la evaluación fue creada como un instrumento sancionador para el alumnado o para corregir los errores del aprendizaje que se presentan en las aulas, reflejado en el avance del país.

Mientras en las educación se siga entendiendo como una expresión única para los alumnos, (evaluación del aprendizaje) no conseguiremos ningún avance para que los alumnos aprendan de verdad, pues el alumno por mucho tiempo se concibe como el sujeto de la evaluación y su objetivo será aprobar un examen y obtener una dato numérico aprobatorio para todos, dejando atrás el objetivo que debiera tener la escuela, que es, poder desarrollar en los alumnos competencias para que los alumnos aprendan a prender.

Se pretende que hoy la evaluación adquiera un nuevo sentido, apareciendo como clave o pieza para que el profesor preste al alumno la ayuda necesaria, y en consecuencia, pueda valorar las transformaciones que se han ido produciendo.






PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA


¿Qué es la evaluación?

¿Qué es la evaluación del aprendizaje?

Al definir la evaluación nos encontramos que existen distintas concepciones, por ello es complejo definirla, sin embargo evaluar no es una acción esporádica de los profesores y de la institución escolar, sino algo que está muy presente en la práctica educativa y que nos corresponde a todos preocuparnos e introducirnos al verdadero campo de la evaluación aplicada.

Mientras tanto hemos definido a la evaluación escolar de la siguiente manera:

“Proceso por medio del cual los profesores buscan y usa información procedente de diversas fuentes para llegar a un juicio de valor sobre el alumno o sistema de enseñanza en general o sobre alguna faceta particular del mismo”.

En términos directos a la evaluación del aprendizaje de los alumnos de la educación básica, se debe de tomar como una tendencia del trabajo orientado a perfeccionar la práctica evaluativa, generando un marco de referencia para la reflexión y toma de decisiones para la mejora de la enseñanza.











EVALUACIÓN DEL APRENDIZAJE EN LOS ALUMNOS

Para abordar el tema de evaluación del aprendizaje en los alumnos en particular en la educación básica, se tornaron algunas preguntas como son:
§ ¿qué se entiende por evaluación del aprendizaje?,
§ ¿por qué y para qué evaluar?
§ ¿qué evaluar?
Es importante concebir a la evaluación desde su objeto, funciones, metodología y técnicas, participantes, condiciones, resultados, efectos y determinantes. Se manifiesta con fuerza el reconocimiento de su importancia social y personal desde un punto de vista educativo, formativo, así como para el propio proceso de enseñanza-aprendizaje por el impacto que tiene el modo de realizar la evaluación y la forma en que el estudiante la percibe, en el aprendizaje.
Las transformaciones actuales de la evaluación estan asociadas a:
El lento progreso de la ideología, que se expresa en los objetivos educativos del sistema educativo.
Las tendencias sobre educación en el papel de la enseñanza en el desarrollo personal y social, el aprendizaje individual y grupal, el carácter comunicativo de la educación, las relaciones autoritarias entre los participantes la educación.
La irrupción de las nuevas tecnologías de la informática y la comunicación en el ámbito educativo y social.
Las concepciones sobre la educación y la evaluación, en particular, de los profesores, dirigentes y alumnos, en la regulación de su actividad. Los aportes que en este sentido ofrece el desarrollo social y su inclusión en el trabajo orientado a la sensibilización y toma de conciencia de los actores educativos.
La valoración de la enseñanza y el aprendizaje.
Los avances, en el estudio del aprendizaje y sus mecanismos, que permita una aproximación al objeto de evaluación; así como en la creación de herramientas, para la medición del aprendizaje.
El significado más aceptado de la evaluación se aproxima a las definiciones más que se encuentran en los diccionarios generales; la de apreciar, valorar, fijar el valor de una cosa, hecho o fenómeno. Pero no se debe limitar a lo anterior, en sí, tiene la intención de abarcar la riqueza y complejidad de su contenido y de evitar precisiones técnicamente "rigurosas", positivas; o, al reducir su objeto y funciones, como ocurre con la tan frecuente identificación de la evaluación con la calificación, entendida como el acto de otorgar una nota o, con una impronta cotidiana: la de aplicar exámenes.
La evaluación, y el acto evaluativo como unidad, suponen operaciones que van desde el establecimiento de los objetivos o propósitos, la delimitación y caracterización del objeto de evaluación, la definición y aplicación de los instrumentos para obtener información, el procesamiento y análisis de dicha información, su interpretación y expresión en un juicio evaluativo, la retroinformación y toma de decisiones derivadas de él, su aplicación y valoración de resultados. Para recomenzar en un ciclo ascendente, progresivo, que permite, en su dinámica, imprimir el auténtico significado de esta actividad. La evaluación supone, además, la propia valoración de ella.
La evaluación del aprendizaje constituye un proceso de comunicación interpersonal, que cumple todas las características y presenta todas las complejidades de la comunicación humana; donde los papeles de evaluador y evaluado pueden alternarse, e incluso, darse simultáneamente. La comprensión de la evaluación del aprendizaje como comunicación es vital para entender por qué sus resultados no dependen sólo de las características del "objeto" que se evalúa, sino, además, de las peculiaridades de quien(es) realiza(n) la evaluación y, de los vínculos que establezcan entre sí. Asimismo, de las características de los mediadores de esa relación y de las condiciones en que se da ésta.
La distinción entre meta y funciones de la evaluación puede resultar útil para el estudio de la evaluación. La meta es siempre la misma: juzgar el valor de algo; es decir "la determinación sistemática y objetiva del valor o mérito de algún objeto". En cambio, las funciones son muy variadas y están en relación con la utilización de los datos evaluativos.
Interesa subrayar la distinción entre metas y funciones. La identificación de una meta o propósito fundamental de la actividad evaluativa facilita establecer sus peculiaridades, y distinguirla de otras actividades que comparten muchos de su procesos y fases, como puede ser la actividad de investigación, aspecto éste que constituye uno de los temas de interés y debate dentro del campo de la evaluación.
¿Por qué, para qué evaluar?
El objetivo de la evaluación del aprendizaje, es valorar el aprendizaje en su proceso y resultados. Las finalidades o fines marcan los propósitos que signan esa evaluación. Las funciones se refieren al papel que desempeña para la sociedad, para la institución, para el proceso de enseñanza-aprendizaje, para los individuos implicados en la evaluación.
Las finalidades y funciones son diversas, no necesariamente coincidentes; son variables, no siempre propuestas concientemente, ni asumidas o reconocidas. Pero tienen una existencia real. Están en estrecha relación con el papel de la educación en la sociedad con el que se reconocido en los objetivos educativos, es decir; están vinculadas con la concepción de la enseñanza y con el aprendizaje que se quiere promover y el que se promueve.
Durante la primera mitad del siglo xx y hasta la década de los 60, la función de la evaluación fue la de comprobar los resultados del aprendizaje. Ya se tratase en términos del rendimiento académico o del cumplimiento de los objetivos propuestos.
Sin embargo en esta posición se siente que las metas propuestas pueden ser poco realistas, y no representativas de las necesidades de los alumnos es decir evaluados y evaluador, o demasiado limitadas como para prever efectos secundarios y reales de las deficiencias que tiene el sistema educativo.
La distinción de más impacto en la historia de la evaluación es cuando se distinguen entre las funciones: formativa y sumativa.
La función formativa es, una parte del proceso de desarrollo, proporciona información continua para planificar y para producir algún objeto, y se usa para ayudar al personal implicado a perfeccionar cualquier cosa que esté realizando o desarrollando. La función sumativa "calcula" el valor del resultado y puede servir para investigar todos los efectos de éstos, examinarlos y compararlos con las necesidades presentadas.
A una de las acciones que se propone en la evaluación es llegar a ese "lado oculto" aquello que no se hace explícito en los objetivos de la educación ni en la evaluación que se realiza; que no responde a una intención, pero que está latente o que sencillamente se asume como algo natural y que en realidad presenta los verdaderos baches del aprendizaje de los alumnos.
Dentro de las funciones pretendidas o no, de la evaluación están:
Las funciones sociales que tienen que ver con la certificación del saber, la acreditación, la selección, la promoción. Los títulos que otorgan las instituciones educativas, a partir de resultados de la evaluación, que tienen la cualidad de simbolizar la posesión del saber y la competencia, en función de cada sociedad y momento que reclama que sus individuos e instituciones se aproximen a la "excelencia".A mayor cantidad o nivel de los títulos que logra una persona, más vale socialmente.
Función de control. Por la significación social que se le confiere a los resultados de la evaluación y sus implicaciones en la vida de los educandos, la evaluación es un instrumento potente para ejercer el poder y la autoridad de unos sobre otros, del evaluador sobre los evaluados, claramente lo observamos todos los días en educación tradicionalista donde los profesores toman decisiones sobre lo que es normal, adecuado, relevante, bueno, excelente, respecto al comportamiento de los estudiantes, a los resultados de su aprendizaje, a los contenidos a aprender, a las formas de comprobar y mostrar el aprendizaje, al tiempo y condiciones del aprendizaje.
Funciones pedagógicas. Bajo este rubro se nombran las funciones: orientadora, de diagnóstico, de pronóstico, creadora del ambiente escolar, de afianzamiento del aprendizaje, de recurso para la individualización, de retroalimentación, de motivación, de preparación de los estudiantes para la vida.
La evaluación deberá aportar información para acciones de ajuste y mejoras del proceso, a más largo plazo, al contrastar los resultados con las necesidades que le dieron origen, por lo que no se excluye su vínculo con la retroalimentación y regulación de la actividad. Se supone que la evaluación de los resultados tenga también una proyección futura y no solo retroactiva. Esto es, sirve de base para hacer predicciones sobre el ulterior desempeño académico y profesional de estudiantes. En este sentido se habla de una función de predicción, tan cuestionada como asumida.
Debe proporcionar información que permita la orientación y regulación del proceso de enseñanza-aprendizaje.
La de servir de vía de enseñanza y aprendizaje, es decir la evaluación vista como un medio o recurso para la formación de los estudiantes. Con tal finalidad la evaluación cumple una función formativa.
La función formativa, en toda su extensión, como atributo y razón de ser del sistema de evaluación del aprendizaje y que subsume las restantes funciones, implica que sirva para corregir, regular, mejorar y producir aprendizajes. El carácter formativo está más en la intención con la que se realiza y en el uso de la información, que en las técnicas o procedimientos que se emplean, sin restar importancia a estos últimos.
Las anteriores consideraciones sobre las funciones de la evaluación llevan a considerar que la evaluación está al servicio del proceso de enseñanza y no a la inversa e introduce modificaciones en los enfoques tradicionales respecto a la posición de los participantes en el proceso de enseñanza aprendizaje, así como la relación que se establece entre evaluador-evaluado de cooperación o colaboración para el logro de fines comunes. La interpretación de los resultados de la evaluación pasa de ser un dato estático y por lo tanto fácilmente explorable como juicios globales sobre la capacidad o la valía del estudiante, a considerarse un momento más del aprendizaje.
La educación en México: de la revolución a la modernidad
Al triunfo de la Revolución mexicana, sus dirigentes políticos (esa capa social de generales casi analfabetas y sus escribanos) se vieron en la necesidad de trazar un proyecto educativo para las masas campesinas y los pocos obreros que los habían acompañado en sus batallas. Ellos siempre tuvieron resquemores de los profesionistas y universitarios de su tiempo; casi nadie de esa clase intelectual se había comprometido con el movimiento armado; más bien simpatizaban con el portentoso desarrollo alcanzado por las fuerzas productivas en el porfiriato, con su paz social y con las modas intelectuales que provenían de Francia y su Belle Epoque.
La revolución triunfante decidió que el esfuerzo mayor en materia educativa debería llevarse a cabo en los niveles de educación primaria. Su modelo educativo alcanzó su mayor esplendor en el cardenismo y su propuesta de educación socialista. Dicho modelo tenía en los maestros rurales no sólo a los alfabetizadores, sino a sus dirigentes políticos y a los intelectuales que luchaban contra el oscurantismo de la clerigalla. Los maestros rurales (y por extensión todos los profesores mexicanos) formaron la nueva clase intelectual revolucionaria. Para decirlo con un concepto de Antonio Gramsci: fueron los intelectuales orgánicos de la revolución mexicana. El modelo no estuvo exento de sufrimientos; los profesores estacados por las hordas cristeras en el Bajío son un ejemplo de todo lo que tuvo que remontar el esfuerzo educativo de la Revolución mexicana.
Como los obreros y campesinos no tenían recursos para enviar a sus hijos a las universidades, los gobiernos revolucionarios idearon las escuelas rurales que funcionaban con internado. Allí los hijos de campesinos no tendrían que preocuparse por la comida o pagar renta y todas sus energías podrían ser canalizadas a su entrenamiento como educadores. La misma lógica se siguió con los hijos de obreros: el Instituto Politécnico Nacional fue concebido con internado y comedores para que pudieran estudiar los hijos de las masas urbanas y rurales mexicanas. Además del apoyo asistencial, se distinguiría de las casas de estudios “de los señoritos” porque allí se educaría para el desarrollo tecnológico de las fuerzas productivas, no para la disquisición filosófica del rancio positivismo.
Comencemos la discusión. Es bastante obvio que con las dimensiones políticas, filosóficas y morales de una empresa a la que hoy podemos criticar, pero que fue majestuosa para su tiempo, el sujeto pedagógico de la educación mexicana no fue la niñez, ni los estudiantes o profesionistas sino TODO EL PUEBLO DE MÉXICO. Los generales revolucionarios y sus aliados comprendieron con claridad que la educación debería ser la piedra angular de la emancipación para los tiempos de paz, la herramienta para la transformación social mexicana. Lo dicen hasta la vez los dichos escolares: cuando a un niño se le olvida el lápiz el maestro casi siempre lo recrimina con la misma frase: “es como si fueras a la guerra sin fusil” (luego les platico lo que le dijeron a una amiga cuando perdió la regla). Por otros caminos, de disidencia al joven sistema revolucionario, los intelectuales organizados alrededor de José Vasconcelos llegaron a una conclusión muy parecida, plasmada en el hermoso, totalizante, sonoro y épico lema de la universidad nacional: “Por mi raza hablará el espíritu”.
II
Los mejores momentos de ese modelo educativo se dieron en una sociedad en plena transición (1928-1950). El reparto de tierras y la reforma agraria desplazaban grandes masas de campesinos que iban a convertirse con el tiempo en la nueva clase obrera mexicana. Liberadas de sus ataduras hacendarias, enormes extensiones de tierras fértiles ingresaban por primera vez con sus productos a un nuevo mercado nacional en formación. Dos objetivos cumplía la producción rural: tener los bienes de la canasta básica a precios accesibles para que a su vez la pujante industria mexicana pudiera contar con mano de obra barata y adquirir, mediante sus exportaciones, las divisas que necesitaba el desarrollo industrial. El otro apoyo para la industria venía del sector público: el petróleo nacionalizado, la electricidad subsidiada y la existencia del Instituto Mexicano del Seguro Social. Fue muy vigorosa la ampliación del mercado interno que tuvo lugar en ese tiempo; la sociedad y la economía se movían como una máquina bien aceitada, de engranes nuevos e idóneas bandas de transmisión.
La industrialización y urbanización que propició la Revolución mexicana fueron los mismos procesos que conspiraron contra el sueño educativo de los generales revolucionarios. Los egresados de las normales rurales y del Politécnico Nacional tendieron a echar raíces en las ciudades y el campo mexicano continuó (como sigue hasta nuestros días) teniendo un grave déficit educativo. Los maestros se transformaron en clase media, auspiciados por la producción de nuevos productos a gran escala y por la eclosión de los medios masivos de comunicación. (Ojo, no quiero decir que hayan dejado de ser pobres, pero son pobres de las ciudades y no del campo. Su nuevo estatus social tiene que ver con los fenómenos que se conocen como “efecto demostración”: lavadoras que se usan poco y refrigeradores vacíos).
III
Hay que rechazar cualquier interpretación del movimiento magisterial que aluda a un asunto gremial o de coyuntura. Si los revolucionarios casi analfabetas tuvieron una visión de Estado para atender el tema educativo, debemos reclamar que en las soluciones de ahora prevalezca una visión de largo aliento. El sujeto pedagógico de nuestro tiempo debe ser la sociedad mexicana, no la niñez, el alumnado o las necesidades de los profesionistas del mañana; mucho menos el legítimo gremialismo de sus docentes.
El movimiento magisterial está anclado en dos temas cruciales: el derecho a heredar las plazas y la evaluación de su desempeño. Afirman la prerrogativa y rechazan la evaluación externa. Es bastante evidente que se trata de un movimiento conservador, donde prevalece una visión gremial de la educación. Por su parte, las propuestas que hace el gobierno en el Acuerdo por la Calidad de la Educación son unilaterales y tienen un sesgo político; implícitamente se postula que algunas cláusulas de los contratos colectivos del sindicato de maestros son un anacronismo, pero se acepta firmar esos acuerdos con otra entelequia: la presidencia vitalicia del SNTE. Constituye una vergüenza nacional la existencia misma del término; tal vez en un gremio como los pepenadores o en campesinos analfabetas, pero en el más grande sindicato de América Latina, en la organización de nuestros trabajadores intelectuales es algo que ofende el sentido común.
IV
Las plazas no deben heredarse y los profesores deben ser evaluados. Ya hay evaluaciones internas y permanentes, nos dicen; pero son sólo simulación. Las evaluaciones se basan (tanto en los sistemas elementales como en la educación media y superior) en el número de alumnos aprobados y el promedio que obtienen. Desde que ello es así, se terminaron las calificaciones reprobatorias en el sistema educativo. En sentido estricto, la masificación de las universidades públicas no es un problema de la educación superior; es un problema de los niveles previos, que no tiene alumnos reprobados y que provee cada año una inmensa cantidad de mexicanos que buscan espacio en las instituciones de educación superior. Después queremos que la universidad resuelva problemas que tienen su origen en otra parte del sistema, no en ella misma.
Tal vez ahora no pueda ser una visión de Estado la que inspire la reforma, el país es plural y hay una realidad que nos acota. La existencia de un amplio sector privado en la educación es una de esas restricciones, las divergencias ideológicas y el desarrollo desigual serían otras. A una sociedad plural corresponden soluciones plurales; lo que sí puede reclamarse a los actores principales del problema es que en sus propuestas prevalezca una visión amplia, integral y de largo aliento. Pero la educación debe transformarse y adaptarse a un mundo que cambió desde hace rato. Posponer el cambio es apostarle al atraso por muchos decenios.
CORREO CHUAN
Escribí Valle del Yaqui y evoqué tu tierra, el esplendor sofocante de los trigales alumbrados apenas por los atardeceres tenues de los cerros. Allá el sol se mete por las montañas y amanece por el océano, como si quisiera bañarse en tu mar oscuro y frío. Sentí tus manos de mujer trabajadora y la media sonrisa con la que se evocan los amores imposibles. El correo chuan dice que la reforma educativa o es plural, integral y con visión de altura o no será. Trae también el recuerdo de otros atardeceres en el Valle del Yaqui. Zapata 21 es una dirección de bellos recuerdos.